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El caballero que cayó al mar, Herbert Clyde Lewis (Trad. Laura Wittner, La bestia equilátera, 2010)



Brillante novela de 1937, publicada por primera vez en español por la editorial La bestia equilátera, que sigue apostando a relatos plagados de humor.

El caballero en cuestión es Henry Preston Standish, un corredor de bolsa neoyorkino casado y con dos hijos, que comenzó su viaje en el crucero Arabella luego de una crisis cuasi existencial, pese a que “las afecciones nerviosas o mentales no eran algo que Standish llevara en la sangre”.  Persona correcta si las hay, no pierde la compostura ni aun cuando resbala con una mancha de aceite y cae al océano Pacífico. En los primeros minutos se lo ve más preocupado por el qué dirán de su torpeza y por lo inoportuno y molesto que es para la tripulación y el resto de los pasajeros una caída al mar.  Standish no grita, sino que informa a la gente del Arabella sobre su humillante y bufonesco error. Standish no grita, no da pelea, no acepta su situación de náufrago, le preocupa que se mojen las llaves y billetes que hay en sus bolsillos y el espantoso aspecto que va a tener una vez que lo rescaten. Lo fatal es que Standish nunca deja de ser él, “estaba condenado a ser un caballero incluso en ese momento”, no despojándose del disfraz de burgués correcto ni en la vasta soledad del Pacífico.

El resto de las páginas es un ir y venir desopilante entre las suposiciones de Standish sobre quién  descubrirá primero su desaparición, los bocetos de su fabuloso y heroico relato sobre la experiencia para la prensa y su amada esposa, y todo aquello que sucede en el barco: los momentos en los que alguien pudo darse cuenta de su ausencia, pero no lo hizo, y los divagues sobre su caída, que prontamente son reemplazados por las hipótesis sobre los motivos que lo llevaron a suicidarse.

Los capítulos finales son de un vértigo increíble, con nuestro caballero nadando (finalmente, cuando decide hacer algo comienza a nadar en dirección contraria) y el barco que vuelve en su rescate.

Plagada de personajes mezquinos, mojigatos y conservadores, narrada con ironía y cinismo desde una prosa ágil y sencilla, que esconde una crítica feroz al esnobismo, la pacatería y a ciertos rituales y modismos del ser burgués.

Para leer chapoteando en la pelopincho o con las patas en la fuente, mientras escuchas este tema.

En el blog de LBE se puede chusmear el proceso de armado del arte de tapa de este libro (definitivamente, el caballero con bigotes tiene todo el physique du role!)