Cada vez que terminé de leer uno de los 36 cuentos compilados en este
libro, me pregunté: cómo carajo hizo este tipo para conmoverme de esta forma en
dos páginas y con tan poco.
Son relatos cortos, áridos, realistas, que
pintan un universo
frío, parco y a la vez conmovedor, con una
economía absoluta en el uso de las palabras, a veces en una línea describe un
mundo, o nos cuenta el pasado de este personaje. La soledad, la amargura, la tristeza,
la vejez, las relaciones familiares y la incomunicación son los temas
principales de estos cuentos donde no se visten los personajes, no se amueblan
las habitaciones, ni sabemos los colores de los paisajes. Los protagonistas casi no hablan, y
sin embargo tienen un timbre de voz inconfundible.
Armada como un reloj finísimo, donde la
precisión tiene las resonancias mecánicas del metal pero, extrañamente, están
presentes los ecos tibios de la carne. Los personajes llevan a cuestas una violencia solapada,
que parece asomará a vuelta de página. Todos los cuentos presentan narradores
masculinos, muchos de ellos ancianos que atraviesan sus últimos días y se
enfrentan con las relaciones que los rodean en la vida cotidiana, especialmente
la familia. El lector siempre llega tarde, cuando las peleas y
rupturas familiares ya están instaladas, y uno no sabe bien porqué (aunque algo
se intuye). Las escaleras suelen uno de los escenarios privilegiados para el
cruce y desencuentro, y para mostrar la senilidad de los personajes.
Resulta desolador
entrar en el universo de Askildsen, sus cuentos atacan directo al
nervio, allí donde más duele, nos vemos en un mundo donde las relaciones
filiales y amorosas muestran circunstancias y situaciones que no le son ajenas,
la vejez está retratada
de una forma tan verosímil y palpable, que es difícil imaginar que la vida será
de otra forma cuando lleguemos a los ochenta años.
Para leer mientras escuchas este
tema.
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