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La misma sangre y otros cuentos, William Goyen (Trad. Esther Cross, La Compañía, 2007)



Desde los primeros títulos que publicaron sigo atenta el catálogo de La Compañía, una editorial independiente que rescata del olvido textos de escritores poco visitados por lectores de lengua castellana, con excelentes traducciones, brillantes prólogos que abundan en información sobre los autores, y una delicada y hermosa estética en la edición de cada libro.

De la mano de esta editorial descubrí a William Goyen, que supo ser parte del gótico sureño, pero parece que no tuvo tanta suerte en asuntos de gloria y fama como el resto de sus compatriotas, y es el menos conocido por estas pampas de la caterva de buenos escritores que dio el sur profundo de los Estados Unidos.

Goyen escribe desde su lugar en el mundo y sobre aquello que conoce. Los diez cuentos compilados en este libro constituyen una forma inquietante, y de a ratos perturbadora, de ingresar en el paisaje, la gente y la idiosincrasia de Texas. La soledad, la naturaleza, el conservadurismo, el conflicto racial, y una violencia contenida que parece va a estallar en cada línea, construyen un mundo oscuro, habitado por personajes extraños y a su vez sumamente cotidianos. Goyen descubre una a una las capas de esos pueblos donde aparentemente no pasa nada, y nos muestra el óxido y la fragilidad de las estructuras y convenciones sociales. Se encarga de destrozar el sueño americano, que poco tenía que ver con la vida de los habitantes del sur (poco tiene que ver con la vida de cualquiera, pero eso es otra historia).

Sus personajes llevan a cuestas misterios y fuertes contradicciones, y la familia suele ser el escenario para desplegar sus historias, que suceden en medio de fuertes cambios sociales y culturales, donde el cemento, disfrazado de autopista o fábrica, invade los verdes campos. A partir de pequeños gestos, sus personajes despliegan resistencias cotidianas a esas embestidas del llamado progreso.

El libro incluye un posfacio de Esther Cross, su traductora, que resulta de imprescindible lectura para adentrarnos en el lugar que ocupa Goyen en la constelación del gótico sureño, en su mundo, y en la vehemencia por narrarlo: “No puedo librarme de donde he nacido”, lo cita, y en estos cuentos es donde mejor expresa como ese lugar lo tiene preso.

Para leer en el porche o el jardín de la casa, con una limonada en mano, mientras escuchas este tema.