Desde los primeros títulos que publicaron sigo atenta el catálogo
de La Compañía, una editorial independiente que rescata del olvido textos de
escritores poco visitados por lectores de lengua castellana, con excelentes
traducciones, brillantes prólogos que abundan en información sobre los autores,
y una delicada y hermosa estética en la edición de cada libro.
De la mano de esta editorial descubrí a William Goyen, que supo ser parte del gótico sureño, pero parece que no tuvo tanta
suerte en asuntos de gloria y fama como el resto de sus compatriotas, y es el menos
conocido por estas pampas de la caterva de buenos escritores que dio el sur
profundo de los Estados Unidos.
Goyen escribe desde su lugar en el mundo y sobre aquello que conoce.
Los diez cuentos compilados en este libro constituyen una forma inquietante, y
de a ratos perturbadora, de ingresar en el paisaje, la gente y la idiosincrasia
de Texas. La soledad, la naturaleza, el conservadurismo, el conflicto racial, y
una violencia contenida que parece va a estallar en cada línea, construyen un
mundo oscuro, habitado por personajes extraños y a su vez sumamente cotidianos.
Goyen descubre una a una las capas de esos pueblos donde aparentemente no pasa
nada, y nos muestra el óxido y la fragilidad de las estructuras y convenciones
sociales. Se encarga de destrozar el sueño americano, que poco tenía que ver
con la vida de los habitantes del sur (poco tiene que ver con la vida de
cualquiera, pero eso es otra historia).
Sus personajes llevan a cuestas misterios y fuertes
contradicciones, y la familia suele ser el escenario para desplegar sus
historias, que suceden en medio de fuertes cambios sociales y culturales, donde
el cemento, disfrazado de autopista o fábrica, invade los verdes campos. A
partir de pequeños gestos, sus personajes despliegan resistencias cotidianas a
esas embestidas del llamado progreso.
El libro incluye un posfacio de Esther Cross, su traductora, que
resulta de imprescindible lectura para adentrarnos en el lugar que ocupa Goyen en
la constelación del gótico sureño, en su mundo, y en la vehemencia por narrarlo:
“No puedo librarme de donde he nacido”, lo cita, y en estos cuentos es donde
mejor expresa como ese lugar lo tiene preso.
Para leer en el porche o el jardín de la casa, con una limonada en
mano, mientras escuchas este tema.