No sucede todos los días conmoverse hasta las lágrimas con un
libro, tampoco que nos provoque leer en un par de meses casi toda la obra de su
autor; y sin embargo, esto y muchas otras conmociones encerró para mí este
primer desembarco en la obra de Erri de Luca.
Es imposible salir indemne de la lectura de sus libros, la
escritura retumba en nuestras fibras más íntimas, nos salva de la vorágine del
mundo. Cada libro de Erri es un hermoso refugio en el que descansar de las
corridas y furias del día. Es aquello que tantos escritores buscan y tan pocos logran: alejarnos de
nosotros mismos para navegar en las sensaciones y emociones que propone el
texto, sentir lo que sienten sus personajes.
Sus historias y las palabras que elige para
contarlas parecen simples, y sin embargo, su contenido es profundo y en cada
línea están presentes las metáforas y una poesía que conmociona a cada párrafo.
De Luca tiene una visión del mundo, un modo singular y distinto de vibrar la
vida, hemos aprendido muchas cosas, dice, pero no hemos aprendido a vernos el
alma “aprendimos el alfabeto, pero no sabemos leer los árboles”.
El personaje de esta novela vive desde hace mucho tiempo
solo, su única compañía son sus plantas y sus libros. Una taberna del pueblo es
su segunda casa, ahí es donde almuerza y lee, donde conoce a Laila, una
trabajadora sexual de la que se enamora. A ella le cuenta su historia, su paso
por Argentina y el horror vivido durante la última dictadura miliar.
Toda la novela es narrada en primera persona, y cuando este
hombre relata su historia lo hace en tiempo presente, dando a entender que lo
vivido no ha pasado, que aún persisten las heridas. No hay un solo verbo en el
relato que remita al pasado, toda su vida es un presente. El narrador vive
apasionado con la naturaleza, despreocupado del tiempo, en búsqueda del
constante aprendizaje, su vida sencilla se asemeja a la metáfora de su vida.
No lo dejen pasar, por estos días los libros de Erri De Luca
editados por Akal se consiguen por chaucha y palito en nuestra librería amiga.
Para
leer acodados en una mesa de un bar antiguo, de esos que imaginamos plagados de
historias, disfrutando un rico vino tinto, mientras suena este bellísimo tema.